Joyland

El libro escogido este mes por nuestro querido Club de tortura lectura es la novela del (casi) siempre genial Stephen King Joyland.

Si miro mis lecturas recientes, digamos de los últimos seis u ocho meses, creo que no leía tantos libros del señor King desde que era adolescente, y es que entonces, sencillamente, los devoraba; siempre he sido una fanática de terror en todas sus formas de ficción y es innegable que si hay alguien que sabe hacer que lo pases pipa sufriendo es, sin duda, Stephen King; el año pasado leí El Resplandor -supongo que había aplazado su lectura porque me sé la película, genial, de memoria- y me dio TANTO miedo (la película no cuenta apenas nada de la historia) que, de noche, me tenía que ir a la cama a leer a oscuras en el iPad, con lo malísimo que es eso para la vista, para no estar sola, aunque el contrario no fuera de mucha ayuda porque estaba plácidamente dormido... luego piqué y leí Doctor Sueño, supuesta y absolutamente soporífera segunda parte; y ojo, no sólo leí libros de terror, hace un par de meses devoré 22/11/63 y sigo soñando con esa historia... y eso que de las ¿700? páginas tiene unas 300 que son puro romance que un autor con menos maña en su prosa seguro que se hubiera ahorrado (o la habría cagado espeluznantemente), no así S. King, que se lo puede permitir, que son 300 páginas que no hacen avanzar la trama pero joder si hacen falta para tener una visión sentimental del personaje... Un libro fantástico al que no le sobra ni una coma y que, además, deja poso, vaya si lo deja. También leí Celular y me encantó, rápido, lleno de acción, un par de botes y mucha, mucha humanidad e incluso hice un viaje de autobús con Carrie y su sopor...Si tengo que elegir sólo una cualidad de este autor me quedo con lo bien que escribe, no, mejor con que nos mete en la trama a las diez páginas de empezar -si no antes- ¡no! con lo bien que escribe ¡no! con el tempo... ¡Ay! yo qué sé qué es lo que más me gusta de este autor (como se puede ver me gusta MUCHO) que, por alguna incomprensible razón de miope gafapaster, no tiene el reconocimiento que merece... lleva cuarenta años ganándose a los críticos meapilas uno por uno, que los editores lo han amado siempre por lo muchísimo que vende.

... y entonces llegamos a Joyland, que no está mal, es ciertamente entretenido, no es muy largo, tiene un par de momentos tiernos, si es usted muy aprensivo da para un par de sustos (sin ser en absoluto de terror, y mira que este señor sabe meter miedo) más por la expectación, por lo que crees que va a ocurrir a continuación al ver quién firma el libro, que por lo que ocurre -es DIOS en la creación de escenarios de tensión, tuerce el gesto de un solo personaje y ¡zas! el lector está inquieto- pero poco más. Un psé bajo que, con el paso de los días, va siendo cada vez más bajo; baste decir que lo terminé hará unas tres semanas y para recordarlo tengo que esforzarme.

Joyland (sin cursiva) es un parque de atracciones en el que unos años antes mataron a una chica, pero no va del asesinato, aunque planea por toda la novela. El protagonista es un universitario al que acaban de partir el corazón y decide pasar el verano trabajando en el parque como forma de rehacer su vida inmediatamente después del primer desamor. Lo escribe desde el futuro -nuestro presente- sólo como forma que tiene el autor de decirnos que aunque haya algo sobrenatural -que no terrorífico, de hecho apenas importa- planeando sobre la novela, nuestro aguerrido universitario sobrevivió, no sólo a la cosa sobrenatural, sino a aquel verano, a aquel desamor, a aquellas amistades que se mantuvieron para siempre... Ese verano, que lo marcará para siempre es el verano en el que descubrió que, al menos con el corazón roto, Joyland fue su sitio, se sintió realizado bailando embutido en un traje de perro gigante, fue feliz viendo cómo los niños lo adoraban, salvó un par de vidas y, a pesar del desamor, fue completamente feliz... Dos tercios de la novela con las aventuras de un trabajador de un parque de atracciones ejerciendo de trabajador de parque de atracciones no son, digamos, muy apasionantes, pero, es Stephen King, y está deliciosamente escrito (si jamás ha leído nada suyo, pierda esos malditos prejuicios y anímese con cualquiera de sus novelas, tiene un gritón o dos); y entonces nos metemos en el último tercio, en el que sí pasan cosas, un niño enfermo, una cometa, una visita privada a un parque cerrado... pero si quiere saberlo, querido lector, tendrá que leer el libro, aunque yo no pueda recomendárselo con mucho entusiasmo, la verdad.

Pero ¿sabe quién sí se lo va a recomendar con mucho entusiasmo? Quien lo eligió, la sin par B, y nuestro querido exbecario ascendido Newland; No me ha quedado claro si a mi admirada Carmen le ha gustado o no (si no la leen habitualmente no sé para qué demonios pagan conexión a internet, francamente), pero sí sé que nuestro amado Nananalíder está conmigo en que este libro no horrible pero es un psé y nada más que un psé.

El mes que viene nuestro Club de lectores 2.0 leerá El héroe discreto, de Vargas Llosa... y después San Benedetti dirá, que estamos remodelando la lista de lecturas del año a algo que nos llame más a todos... Se admiten sugerencias

3 comentarios:

  1. Me parece un libro malo que me ha aburrido muchísimo. No veo a quién le puede interesar esa historia de idas y venidas por la playa, de hijo huérfano sin trascendencia o de parque de atracciones de segunda categoría.

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  2. A mí es que los libros de miedo me dan miedo, no me divierten nada. Muy buena reseña, como siempre. Y no sé si ponerme colorada, guapa.

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  3. Sufro, sufro, sufro...un libro deliciosamente escrito no puede ser un psé que va bajando. Estoy muy en contra de esta reseña, que lo sepas.

    Eso sí, hay que empezar a practicar lo de decir ¡¡Es Stephen King!! en el mismo tono que decimos ¡¡Es Galdós!!

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