Tenemos que hablar de Kevin


Lo leí hace ya tres largos años (e incluso lo reseñé un tiempo después) pero, después de prestar ni sé cuántas veces un ejemplar que no era mío (ahora está en todas las librerías pero en su momento me costó la vida encontrarlo), dar la brasa a todo el mundo, como lo estaba leyendo Bichejo (cuya reseña, publicada al mismo tiempo que esta, se puede leer aquí) y Desgraciaíto (cuya reseña idem en todo, se puede leer aquí) y, tras haber visto la película, no me quedaba otra cosa que leerlo de nuevo para hacer este club del libro 2.0 y, si la primera vez me gustó, esta vez, desaparecido el suspense (que no es un libro de suspense, conste, aunque algo de eso hay) he podido aparcar una historia que aún me sobrecoge para centrarme en los detalles, en las reflexiones, en la visión del mundo de esta descendiente de armenios ante el abismo.

Tenemos que hablar de Kevin narra la historia de una madre que ha tenido que enfrentarse al horror de los horrores al ver cómo su hijo, arco en ristre, se convierte en un asesino de instituto. El libro se construye a través de cartas que Eva, la madre de la criatura, le va a escribiendo a Franklin, padre del susodicho, y en ellas nos va haciendo partícipes de cómo era su vida entretejida en tres momentos: antes de Kevin, durante Kevin y después de Kevin.

Antes de Kevin tenemos a una mujer exitosa, viajera, independiente y enamorada que tiene a su hijo, de alguna manera, porque hay que tener hijos, porque se le va a pasar el arroz, porque es ahora o nunca pero que nunca estuvo del todo convencida -llegados a cierta edad y estilo de vida, si nunca ha aparecido la urgencia ¿quién lo está?- aunque decidió arriesgarse fundamentalmente por el amor que siente hacia Franklin, un americano de verdad de los de barras y estrellas.

"Ahora que los hijos no labran tus campos o te aguantan cuando estás incontinente, no hay ninguna razón sensata para tenerlos."

Durante Kevin vemos que todo ha cambiado, no sólo por el hecho de la maternidad que cambia la vida de cualquiera sino porque nos encontramos a un niño extraño, que no para de llorar cuando es un bebé, que no juega, que parece disfrutar haciendo daño y al que no le gusta nada hasta el punto de que cuando por fin se lanza a hablar (Eva alude a que, al igual que a caminar, es algo que ha aprendido en privado) puede hacer una larga lista de las cosas que detesta pero no mencionar ninguna de las que le gusta… y cuando va creciendo es más extraño, más impenetrable, más temible.

"Yo estuve 16 años viéndolo venir, señor Marlin –le repliqué- y para lo que sirvió…"

Después de Kevin, es decir, después de que Kevin cometiera la matanza y fuera encerrado en un reformatorio, aparece una mujer destruida que lo ha perdido todo -que ya lo había perdido de alguna manera- y a la que el mundo culpa de los actos de su hijo.

"[Kevin] me había robado todo aquello que yo significaba para mí. La primera mitad de mi vida yo era creación mía."

La acción de la novela comienza un año después de aquel jueves y Eva, en algunos momentos, reconoce que quizá su relato sobre cómo era Kevin esté contaminado por los hechos de aquel jueves pero, mientras la vamos leyendo, descubrimos que ella, a pesar de todo, no fue para Kevin una mala madre, que peleó con él, que lo intentó con todas sus fuerzas pero que el fruto de su vientre era sencillamente malvado; tan malvado era que, al mismo tiempo, tenemos la figura del padre que todo lo disculpa a la voz de sólo es un niño, pero al que Eva defiende con todo su ser porque, aunque al no estar cegados por el amor hacia él es difícil no pensar la mayor parte del tiempo que es un absoluto cretino, Franklin es un hombre honesto al que Kevin no hacía partícipe de sus rarezas, al contrario, cuando Franklin aparece Kevin deja de llorar cuando es bebé, sonríe cuando es niño, comparte algunas aficiones padre-hijo cuando es adolescente… y mantiene su papel de hijo normal ante Franklin casi hasta aquel jueves.

Leído hasta aquí da la sensación de que, de alguna manera Eva sí tiene gran culpa en lo ocurrido porque pareciera que no lo quiere y que nunca lo quiso, pero al contrario, a pesar de todo, Eva establece con Kevin desde el primer momento una relación sincera (e incluso a veces más cómplice que Franklin) y, tras aquel jueves, a pesar de tener que esconderse en el supermercado ante la madre de una de las víctimasdecide -quizá a modo de expiación de sus pecados- seguir siendo la madre de Kevin; se va a vivir –casi como una autómata- cerca de Kevin para poder visitarlo y seguir enfrentándose al hecho de que el fruto de su vientre no era como esperaba. Y esto es una de las reflexiones más interesantes de la novela, todo lo que tiene que ver con la maternidad, ya que la autora formula a la largo de las páginas algunas preguntas sin respuesta sobre la incondicionalidad del amor maternal, sobre la pareja, sobre la posibilidad de superación de las tragedias, sobre la culpa, sobre la expiación y, sobre todo, sobre las esencias de la maldad que, en algunos casos, no tienen por qué hundir sus raíces en los demás.

"Más vale morir intentando lo bello, aunque inasequible, que sumirse en la pasiva y cínica resignación de que el infierno sean las personas a las que estás unido."

¿Son los padres, y más concretamente las madres, siempre responsables de la maldad de sus hijos? ¿Debe ser incondicional el amor que los padres, y más concretamente las madres, sienten hacia sus hijos? ¿Debemos aparcar nuestras vidas por completo cuando tenemos hijos y, de no hacerlo (y conste que Eva lo hace en gran medida), nos convertimos automáticamente en madres responsables de un asesino?

La única pega que le puedo poner al libro –y por ponerle alguna- tiene que ver con el ritmo; Tenemos que hablar de Kevin es un libro denso (más que la historia lo interesante es la reflexión al respecto de las relaciones que establecemos con los demás y con nosotros mismos) y se puede hacer algo pesado más o menos hasta la mitad, momento en el que un hecho suaviza la angustia de las cartas (aunque al mismo tiempo la acrecienta, sí, como suena) pero, al irnos acercando en el relato de Eva a aquel jueves, el ritmo se acelera hasta el punto de que si bien hasta la mitad (en la primera lectura) se lee despacito, a partir de ahí atrapa al lector y el muy maldito no lo suelta hasta el final (tengo por costumbre leer más de un libro a la vez así que, la primera vez, las trescientas primeras páginas las leí en unas ¿tres? semanas regadas con otros libros entre ellas... y me llevó dos noches las trescientas restantes)

Y, para terminar, algo que no es una pega sino una advertencia… La primera vez que lo leí, la solidez en los construcción de los personajes me chirrió hasta límites extremos en la figura del padre de Kevin en la medida en la que, a veces, resulta inverosímil, pero, un tiempo después, me topé por casualidad con un documental sobre la matanza de Columbine (referencia constante –y muy bien traída por cierto- en la novela) y vi, con horror, que Eva, Kevin y todos los demás habitantes de la novela pueden ser personajes inventados salvo uno, Franklin, basado con absoluta rotundidad en el padre de Eric Harris.

6 comentarios:

  1. Es curioso que entre los tres apuntamos más o menos las mismas frases: la no necesidad de los hijos, el trilero, el que somos creación nuestra durante la primera mitad de nuestra vida.

    Lo realmente perturbador de Kevin es, ya lo he dicho, la ausencia de razones.

    Tengo las mismas dudas sobre hasta qué punto somos “creación” de nuestros padres y ellos pueden llegar a ser responsables (tanto legal como moralmente) de cómo salimos…o no has visto hermanos más o menos de la misma edad, mismos padres, mismo cole y diametralmente opuestos?? Pues eso.

    Esa es la parte peor del libro, la culpa que otros le cargan a Eva por lo que hace Kevin…qué se supone que tendría que haber hecho? Qué hubiéramos hecho los demás?

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    1. Efectivamente eso último que dices es lo más perturbador ¿qué haríamos en esa situación? ayyyy ¡no quiero ni pensarlo! y es tan terrible eso de la ausencia de razones... entre otras cosas porque eso es TAN real que espeluzna.

      En cuanto a las frases, tiene tantas fantásticas que tengo el libro repintado XD

      Yo creo que la culpa es limitada, quiero decir, cierto es que los padres son fundamentales pero también lo es el hecho de que a un niño lo educa toda la tribu; no somos igual que en los 60, pero somos muy similares entre nosotros y, por otra parte, de padres normales pueden salir monstruos y viceversa así que hay que ser justos a la hora de repartir culpas porque, incluso si Eva y Franklin fueran espeluznantes, que no lo son, eso no le quita ni una mijita de responsabilidad a Kevin.

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  2. Bueno, una reseña exahustiva y muy interesante. Yo ya he dicho que la parte que más me gusta es precisamente esa culpabilidad de la madre sin tener, aparentemente, por qué salvo la culpabilidad inherente de ser su madre y esa reflexión sobre el mal como algo innato y por lo tanto imprevisible y perturbador.

    Mi principal problema es con la artifiosidad de la novela, que es lo que a mí me ha llevado a no entrar en ella. La parte, digamos filosófica, del libro sí que me ha gustado.

    Y me ha gustado la experiencia, así que cuando queráis repetimos!!

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    1. Sí que chirría sí, en varios puntos... sobre todo en uno feliz que cambia todo (guiño guiño) que resulta bastante tramposo porque mezcla su pasado y presente pero con respecto a Kevin consigue contarlo cronológicamente... un ejercicio literario sí, pero rompe la verosimilitud y, como decía, en esos momentos, cuando aparece algo inesperado y que es fundamental, dan ganas de gritar ¡tramposa! XD
      Mi trampa, como decía en la entrada, es que ya lo había leído y podía pasar completamente de la historia (con sus trampas incluidas) y centrarme en los detalles que son lo que citas: todo lo que tiene que ver con la culpabilidad... pero, al leerlo por segunda vez también os digo que todo está de alguna manera anunciado mucho antes de que lo cuente pero claro, sin saber de qué habla no se ve... lo dicho, una tramposa XD

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    2. Ya te he contestado a tu comentario en mi blog. Esto de comentar en tres blogs es complicado, aunque, bueno, así sustituimos la falta de más comentaristas!! ;-)

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  3. He visto el vídeo y es terrible. Da que pensar la cantidad de vídeos, diarios y tiempo de preparación que les llevó y que nadie se diera cuenta ni hiciera nada, salvo esos padres que avisaron al sheriff, pero que no les hicieron caso.

    Del padre sale muy poco, solo la libreta esa en la que dice que cree a su hijo en vez de a la madre, es terrible visto en retrospectiva, pero el problema no es creer a tu hijo, sino no conocer a tu hijo y a pesar de ello, creer que dice la verdad.

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